Lo profundo evoca una intensidad que resuena en el corazón, como el azul del océano que se extiende hacia un horizonte infinito. Nos incita a reflexionar y sentir, despertando emociones que resuenan como poesía interna. A lo largo de la historia, las religiones institucionalizadas marginaron las creencias profundas, tachándolas de «paganas» y monopolizando el acceso a lo divino. Esta opresión ha generado una sociedad consumista y egocéntrica, donde el amor propio se confunde con la desconexión permanente.
Sin embargo, el arte y los artistas mantienen viva la posibilidad de conectar con lo profundo y mágico, liberados de juicios y miedos. En este espacio, todos participamos en la creación de nuevas formas de entendimiento, sin responsabilizarnos ante etiquetas peyorativas. La profundidad perdura como un camino hacia la autenticidad y la plenitud, desafiando las estructuras impuestas y guiándonos hacia un sentido más amplio de humanidad.
